Y es que cuando ibamos llegando a Beniarres y ya se avistaba la cresta, una mezcla de sentimientos se nos hizo presente en nuestro cuerpo, asombro, miedo, respeto, admiracion, en fin ese hormigueo en el estamago que te aparece cuando sabes que algo especial va a suceder.
Conforme avanzábamos, ibamos dejando a nuestras espaldas esa columna vertebral de la propia cresta con unas vistas espectaculares. Tambien es verdad que a lo largo de la subida tuvimos una compañia que daba mal rollo, y me explico. Merodeaban por las alturas una gran cantidad de buitres, que nos hacian pensar que se estaban relamiendo pensando en que habia grandes posibilidades de que el almuerzo este dia "estaba al caer".
Ya llegando a la cima "solo" quedaba un paso de escalada, el cual le comenté a J.Daniel que me dejara abrirlo, y casi me arrepiento, todo por no ponerme los pies de gato, pero al final fue superado con las botas, tanto por mi parte como por el resto de compañeros.
Es curioso, que ya en la cima, la sensancion de exito no era tanto por la propia cima, como en otras ocasiones, sino por el camino recorrido hasta llegar a ésta. 5 horas y 45 minutos desde el coche, fueron necesarias.
Despues de un merecido bocata, olivas, frutos secos, y por desgracia sin cerveza, iniciamos el descenso en busca de las gafas de sol que Antonio se dejo la semana anterior, cuando estuvo por la zona, eso si, sin exito. Tanto por lo de las gafas, como por la cantidad de arañazos recibidos en la senda "de los gatos".
Eso si, una vez en el coche, iniciamos la vuelta a casa, no sin antes girar la cabeza para echarle un ultimo vistazo a esa fantastica cresta, que nos dejo cautivados a todos.
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